Nuestra sensibilidad a la sed disminuye con la edad, de manera que corremos el riesgo de desarrollar niveles sutiles de deshidratación de los que no nos percatamos de forma consciente. La mayoría de las personas no bebe suficiente agua con lo cual desarrollan toda una serie de síntomas como dolores de cabeza, estreñimiento, piel seca, fatiga, hipertensión o dolor crónico.
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